Careless Whisper

Mi adolescencia tuvo como soundtrack música muy popular, la mayoría en español, y muy poca en inglés. Los ochenta en Tabasco no tenían una escena alternativa, por lo menos no accesible para un niño tímido, con síndrome del impostor y poca audacia, así que mientras aprendía inglés con las compilaciones de “llena tu cabeza de rock“, fue que llegué a conocer algo de pop, rock y new wave al ritmo de MTV y mi -adorado- walkman imitación de fayuca.
No logré tener novia en la secundaria, aunque ya cantábamos “turn around, bright eyes” -como si alguien nos hubiera roto el corazón- los niños y niñas que prestábamos más atención a la clase porque eso se esperaba de nosotros en lugar de “echar relajo” como los otros grupos, porque nosotros éramos el grupo A de los inteligentes. Fue hasta inicios de la prepa que por fin tuve novia, y un motivo para cantar Careless Whisper, la balada del momento… y aunque en realidad no se trató de un engaño que la hiciera ya no querer bailar conmigo (sino que me dejó porque no dí el ancho para besarla de lengüita), mi situación se convirtió en la tragedia romántica ideal de un adolescente para poder cantar, lo más fuerte posible y con mucho sentimiento “but now, who’s gonna dance with meeeeeee…
Siempre me gustó cantar.

Huevos estrellados

Los huevos estrellados me recuerdan a mi abuelita. Particularmente, un día que estaba yo en su casa y la vi prepararme el desayuno. Los huevos flotaban sobre un mar de aceite que además ella echaba sobre las yemas con la espumadera. Poco, porque me gustaban tiernitas. Eso sí, las orillas quedaban fritas y crujientes.

No había teflón en esa época, ni celulares para tomar fotos de la comida. Hoy, a pesar de que nunca lo hago, decidí echarle aceite a la sartén para hacerme aquellos huevos fritos y disfrutar las orillas crujientes mientras recordaba a mi abuelita y todo su cariño… Qué, como era común en esa época, nos expresaba mejor a través de la comida, aún con un desayuno simple como unos huevos estrellados.